La figura del artista deprimido debe morir. Cuando idealizamos la idea de sufrir por el arte, cuando aceptamos que el genio creativo es algo que hay que comprar con tu propio bienestar o cuando vinculamos al artista naturalmente con la enfermedad mental, estamos fallando de proteger a la comunidad. Hannah Gadsby hace una brillante crítica a esta figura en su standup maestro “ Nanette”.
En el, nos habla de Van Gogh, un hombre al que se le atribuye “haber nacido antes de su tiempo” y tal vez el representante más famoso del “artista deprimido”.
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Hannah Gadsby en la mitad de Nanette (Netflix, 2018)
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¿Por qué se asocia al artista con la enfermedad mental? Personas con el “temperamento artístico” suelen tener una sensibilidad pronunciada para reconocer emociones y navegar el trauma. Tal vez eso los haga más vulnerables a desórdenes químicos que pueden ser agravados por procesos emocionales. Esa es una suposición basada en mi “experiencia personal” y no en data.
Mi “experiencia personal”
He tenido varios brotes de depresión a lo largo de mi vida. Lejos de ayudarme a producir mi trabajo más auténtico, mi relación con el dibujo se deterioró hasta que, en mi crisis más profunda, renuncié a mi carrera de ilustración para sanarme. Me tomó dos años volver a intentar algo que había hecho naturalmente desde niña, y por mucho tiempo lo hice con miedo y resentimiento.
La inseguridad insidiosa en tu trabajo es la norma general, todos sufrimos del “síndrome del impostor” y nuestra relación con otros ilustradores se basa en una admiración cuya base es, francamente, la envidia. Estas cosas no son enfermedad mental, pero sí son aliados y amplificadores de ella.
En retrospectiva, puedo ver que mi depresión tenía relación directa con mis creencias: la presión irresponsable que me ponía encima, las expectativas escapistas que tenía de mi carrera, y más que nada, el hecho de que llegué a la adultez sin aprender a separar mi trabajo de mi autoestima. Esta última lección ha sido la clave para reconstruir mi relación con la ilustración, un viaje que registré en mi curso “Ilustración para no ilustradores”. En una clase de este curso, hablo de un TEDtalk magistral de Elizabeth Gilbert donde expone la idea del genio creativo, tesis de su libro “Big Magic”.
El genio creativo según Gilbert
Gilbert propone que las ideas habitan el mundo como las plantas, los animales y los seres humanos, las ideas tienen conciencia e interactúan con nosotros. Eso quiere decir que nunca tenemos una idea, sino que ellas eligen presentarse a nosotros y también son capaces de escapársenos e ir hacia otra persona.
Lo brillante de esta teoría es que si no somos responsables por las ideas que tenemos, la figura del artista se convierte en una mucho más humilde, no somos genios sino pescadores, esperando que nos llegue una buena idea que quiera trabajar con nosotros. Al ser un proceso ajeno a nosotros, nos deshacemos de la presión; y la actividad de crear, adquiere una carga emocional mucho más ligera.
La mejor forma de atraer ideas es llevando vidas lideradas por la curiosidad, la apertura y la estabilidad emocional.
Finalmente, Gilbert nos recuerda que “genio” es una palabra que tiene su raíz en conceptos como “hada” o “espíritu de la naturaleza”, y su figura de las ideas conscientes imita esta mitología. Es cuando empezamos a referirnos a nosotros mismos, los pescadores, como “genios”, que empezamos a valorarnos por la calidad de nuestro trabajo.
La muerte del mito
La creatividad es un soft skill valorado en nuestro mercado. Ya no le pertenece a “los creativos” y mucho menos a los artistas. Una CFO necesita creatividad, una ejecutiva de cuentas necesita creatividad. La democratización de la creatividad significa la muerte de este mito. O al menos los primeros pasos hacia un entendimiento más saludable de cómo funciona el “temperamento artístico”.
“Los artistas no crean el zeitgeist, sólo responden a él”. La romantización de ser incomprendido es un insight tóxico. Como artistas, ejecutivos o ilustradores, deberíamos aspirar a ser parte activa de la comunidad, a tener estabilidad económica, a estar sanos y poder crear conexiones saludables con otros.
“Nadie nace antes de su tiempo” dice Gadsby, refiriéndose a Van Gogh, “era un pintor post impresionista pintando en el clímax de la era post impresionista. No podía socializar, emanaba energía inestable, la gente cruzaba la acera para evitarlo”. Su descorazonadora reflexión termina recordándonos que podemos disfrutar de la emotiva obra de Van Gogh no gracias a su aislamiento forzado, sino a pesar de él. “Tenía un hermano que lo amaba y apoyaba”, gracias a esa red de estabilidad pudo pintar tanto como lo hizo.
Van Gogh pintó 12 obras con el título “Los girasoles”, aunque sólo 7 se reconocen como los más icónicos.
Somos las historias que contamos
El hecho de que hayamos mitificado la historia de este hombre como un mártir de la creatividad vuelve su tragedia innecesariamente cruel. Pero depredar historias es una práctica común el día de hoy, especialmente en la comunidad artística. Solemos explotar nuestros traumas para producir nuestro trabajo “más auténtico”. Pero esto cambia nuestra historia, es decir, cambia nuestro crecimiento como personas. Gadsby analiza esta idea exponiendo su relación con la comedia, en la cual también utiliza su trauma para generar humor con impacto empático.
Las historias necesitan tres escenarios: introducción, conflicto y resolución. Los chistes sólo necesitan dos: presentación y punchline. Al principio de su show, Gadsby nos había contado una historia traumática de su vida en la forma de un chiste. Muchas personas dirían que es un mecanismo de adaptación válido, ya que “la risa es la mejor medicina”, pero ella nos presenta esta trágica conclusión:
“Había congelado una experiencia increíblemente formativa en el punto del trauma y la había sellado en chistes. A través de la repetición, la versión cómica se había fusionado con la memoria real de lo que había sucedido. Aprendes de la parte de la historia en la que te concentras”.
Creo personalmente en la separación religiosa del yo con el trabajo. Como personas, estamos encargados de nuestra propio bienestar y nuestra responsabilidad es resolver nuestros traumas o aprender a convivir con ellos. Una enfermedad mental que te lleva al éxito laboral es una enfermedad mental que no querrás curar, y también una que acabará contigo.
Como artistas, o sólo ilustradores, el deber con nuestra comunidad es fomentar prácticas más saludables. Tengamos cuidado de nutrir nuestro trabajo sólo del trauma, incluyamos también el invisible tercer escenario “resolución”, que en esta metáfora representa la “aceptación y crecimiento” de nuestra psique. “Aprendes de la parte de la historia en la que te concentras” dice Gadsby, y otras personas también aprenden de ti.
Representemos al artista saludable, formemos parte de la muerte de este mito. Es, trágicamente, lo único que podemos hacer para quienes sufrieron irreparablemente por él, como Van Gogh.