Hay un factor que siempre ha influenciado directamente en la producción musical: la distribución. Para cualquier artista, hay una pregunta fundamental, ¿cómo se escuchará y llegará mi trabajo a un público potencial?
La tecnología disponible siempre determinó cómo las personas disfrutaban de la música. Si hoy te encontraras en la Edad Media, un juglar sería la única manera; y si fuera en la década de los 60, la radio o un tornamesa estarían entre tus opciones.
En aquellos momentos se iban estableciendo las reglas y también los impedimentos para ingresar a la industria musical. Porque la verdad es que no todos los artistas lograban sonar en las radios o tener al menos el acceso a poder grabar su material. Fue con el avance de las tecnologías para grabar y distribuir que dichas barreras se redujeron enormemente.
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Por darte un ejemplo, quiero que pienses en cómo era escuchar música en los años 70s. La oferta estaba prácticamente determinada por lo que sonaba en la radio y la televisión, y por lo que estaba disponible en las tiendas discos. Si en esa época, tus gustos eran más rebuscados que los del resto, seguramente se debía a que habías viajado y tenido acceso a otros medios.
Ahora sólo precisas de tu computadora y sin necesidad de viajar, podrás estar escuchando rock etíope en menos de 5 segundos. Para evidenciar esta evolución, quiero mostrarte algunos ejemplos de la industria, que sin duda dejaron una gran huella.
El mixtape o yo mismo creo mis medios
Existen momentos en los que la voluntad se impuso a los impedimentos técnicos, de acceso o de presupuesto. En tiempos menos digitales, existieron experiencias que si bien a veces se encontraban al margen de la ley, ayudaron a cimentar el camino a lo que conocemos hoy en día en cuanto a distribución musical. Un claro exponente de esto serían los mixtapes de hip hop.
Ahora puede parecer extraño, pero en un principio este género no se programaba en las radios. Entonces, ¿qué alternativa había para llegar al público? La respuesta vendría de manera natural: de la misma cultura del hip hop. Ya desde los inicios del movimiento, los DJs habían acostumbrado distribuir y vender las cintas con sus mezclas. Nada de intermediarios, el dinero entraba directo.
Grabar tus propias cintas y distribuirlas donde fuera posible se volvió parte de ser DJ. Al mismo tiempo, la demanda por el género crecía y la gente empezaba a saber a dónde recurrir para satisfacer su necesidad de rap fresco. Así, lugares como Canal Street en Manhattan se volvieron epicentros de la venta mixtapes de hip hop, incluso convirtiéndose en una especie de termómetro de lo que estaría de moda.
Pronto, artistas como 50 Cent o T.I. utilizarían este método de distribución para despegar sus carreras. Si bien en su momento se discutió mucho en torno a la legalidad; lo cierto es que se trataba de una evidencia de si una demanda existía, esta encontraría la forma de ser satisfecha.
“El otro modelo”
Si seguimos pensando en los tiempos previos al internet, asegurar que un disco llegue y suene por todo un país, un continente o el mundo entero podía resultar muy caro. De modo que no sorprende que muchos artistas perdieran control creativo debido a la exigencias comerciales de sus discográficas.
Esta era una concesión que muchos no estaban dispuestos a hacer y a lo largo de la música pop, podemos encontrar varios ejemplos que suelen clasificarse como “música independiente”, entre otras etiquetas, y que emprendieron sus propuestas musicales al margen de los grandes sellos.
Durante los ochentas muchos movimientos musicales se consolidaron al margen de la industria, diversificándose en muchos subgéneros y creando canales propios para su difusión. Las primeras bandas de punk de los años setentas habían dotado a una generación de una especie de ética de trabajo: exprésate con lo que tengas a la mano cuanto antes, no importa si son sólo tres acordes.
Esta filosofía DIY (do it yourself) estaría muy presente en Fugazi por ejemplo, banda de Washington D.C. que había nacido a partir del circuito de bandas de harcore punk de la ciudad.
Todos sus integrantes habían estado en varias agrupaciones del movimiento, como Minor Threat o Teen Idles, y tenían muy en claro lo que querían: que nadie les diga qué tocar. No les importaba llegar a menos gente con tal de no vender su libertad creativa, y fundar un sello propio parecía la respuesta.
Dischord Records, fue la manera que tuvo Fugazi de distribuir su propia música. Esto les dio control total sobre todo lo que emprendía la banda, incluso ellos mismos solían cobrar las entradas a sus conciertos. Se trataba de poner la música al alcance del público, primar la difusión antes del lucro.
Este es otro ejemplo de lo beneficioso que resultaba para productores y consumidores prescindir de los intermediarios y generar sus propios canales de distribución.
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